Sutherland MacDonald: el primer tatuador inglés4 min read
Si pensamos en la Inglaterra victoriana se nos vienen a la cabeza famosas pinturas de la época, con personas embutidas en grandes vestidos y elegantes ropajes ocupando la mayor parte de su cuerpo, lo que no nos mostraban es que muchas de aquellas personas escondían bajo tantas capas de tela grandes tatuajes, algunas de dichas personas incluso de la realeza.
El tatuaje llegó a la sociedad británica a manos de James Cook, tras ver este y su tripulación la cultura polinesia en sus viajes por el Pacífico (1768-1779), con el paso del tiempo el tatuaje fue haciéndose un hueco ganando popularidad tanto en la alta sociedad como en el pueblo general.
Por su parte, nuestro protagonista, Sutherland MacDonald (1860-1942), un escocés que trabajaba como operador de telégrafo para el ejército británico descubrió dicho arte y empezó a dar sus primeros pasos con el tatuaje, tatuando a soldados durante la guerra anglo-zulú.

Gracias a su formación como artista, MacDonald rápidamente aprendió el oficio, y para 1889 ya operaba un estudio de tatuajes desde un baño turco en número 76 de la calle Jermyn, en Londres. En la época victoriana, trabajar como tatuador era algo inaudito. De hecho, en 1894 el Directorio de la Oficina de Correos (el equivalente a las Páginas Amarillas) tuvo que inventar una nueva categoría para sus listados. Por cuatro años, MacDonald fue el único en la categoría. “No hay ninguna evidencia de que en ese entonces haya existido otro estudio profesional en Inglaterra en el que los clientes pagaran por este servicio”, explica Matt Lodder, profesor de la Universidad de Essex.
MacDonald, quien pasó de usar herramientas de mano a una máquina eléctrica que patentó en 1894. Aunque no fue el primero en ello, ya que en 1891 el tatuador neoyorquino Samuel O’Reilly se le adelantó y patentó su máquina de tatuar.
MacDonald tuvo varios clientes famosos. Se cree que tatuó a varios hijos de la Reina Victoria, así como a los reyes de Noruega y Dinamarca. Los tatuajes se volvieron aún más populares entre las élites europeas después de que el rey Eduardo VII de Inglaterra y su hijo se tatuaran en Jerusalén y Japón, respectivamente.

Por si fuera poco, MacDonald también fue pionero en el uso del azul y el verde en su trabajo. En definitiva, MacDonald es una figura histórica que ayudó a elevar el arte de los tatuajes para convertirlo en una respetada profesión.
También son muchos los periódicos que se hicieron eco de un descubrimiento que hizo que numerosas damas de la época acudiesen a nuestro tatuador. Al parecer, una mujer americana, cansada de tener que maquillar constantemente sus pálidas mejillas preguntó a MacDonald si habría alguna forma de tatuarle coloretes. Éste, que se ve que le gustaba mucho experimentar, le dijo que haría unas pruebas y le respondería más adelante.
El tatuador experimentaba en sí mismo, usó distintas tonalidades de rojo e hizo pruebas en su tobillo hasta quedar contento con el resultado. Además, según menciona otro medio, el artista lucía en la cara, bajo un ojo, una fea marca por dichos experimentos.

Una vez decidido, se puso en contacto con su clienta y se pusieron manos a la obra, ella quedó tan contenta que corrió la voz y el descubrimiento fue todo un éxito. Pero por lo visto no a todas sus clientas les parecía buena idea, según relata, una señora escribió a MacDonald preguntando qué pasaría cuando muriese, si los coloretes seguirían estando ahí. Evidentemente éste le dijo que sí, a lo que la señora le respondió que prefería seguir siendo pálida a que la gente hablase de ella tras su muerte. Se ve que el antes muerta que sencilla no iba con ella.
Evidentemente fue uno de los tatuadores con más influencia en el comienzo de la fama de este arte.
Información tomada de: https://www.zonatattoos.com/ y https://mymodernmet.com/
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