Piense en lo raro que es escuchar bien. Es común que los médicos interrumpan a sus pacientes en 11 segundos, aunque los pacientes pueden necesitar 29 segundos para describir sus síntomas. Y entre los gerentes que habían sido calificados como los peores oyentes por sus empleados, el 94 por ciento de ellos se evaluaron a sí mismos como buenos o muy buenos oyentes. En una encuesta, un tercio de las mujeres dijo que sus mascotas escuchaban mejor que sus parejas.
Escuchar bien es mucho más que hablar menos. Es un conjunto de habilidades para preguntar y responder. Comienza mostrando más interés en los intereses de otras personas, en lugar de tratar de juzgar su estado o probar el nuestro.
Cuando intentamos que la gente cambie, eso puede ser una tarea difícil. Incluso si tenemos las mejores intenciones, podemos acercarno fácilmente a lo que hace un predicador sentado en un púlpito, un fiscal que hace un argumento de cierre o un político que da un discurso. Todos somos vulnerables al “reflejo de corrección”, como lo describen los psicólogos William Miller y Stephen Rollnick: el deseo de solucionar problemas y ofrecer respuestas, pero una persona que es experta en entrevistas motivacionales se resiste al reflejo de corrección. Aunque las personas quieren que un médico les arregle los huesos rotos, a menudo quieren simpatía en lugar de soluciones cuando se trata de los problemas en sus cabezas.
En una serie de experimentos, interactuar con un oyente atento, empático y sin prejuicios hizo que la gente se sintiera menos ansiosa y menos defensiva. Sintieron menos presión para evitar contradicciones en su pensamiento, lo que los animó a explorar sus opiniones más profundamente, reconocer más matices en ellas y compartirlas más abiertamente.
Estos beneficios de escuchar no se limitan a las interacciones uno a uno. También pueden surgir en grupos. En experimentos en organizaciones gubernamentales, empresas de tecnología y escuelas, las actitudes de las personas se vuelven más complejas y menos extremas después de sentarse en un círculo de escucha, donde una persona a la vez sostenía un bastón parlante y todos los demás escuchaban atentamente.
Los psicólogos recomiendan practicar esta habilidad sentándose con personas a las que a veces nos cuesta entender. La idea es decirles que estamos trabajando para ser mejores oyentes, nos gustaría escuchar sus pensamientos y escucharemos durante unos minutos antes de responder.
Muchos comunicadores tratan de parecer inteligentes. Los grandes oyentes están más interesados en hacer que sus audiencias se sientan inteligentes.
Artículo original: The lost art of listening.